Gobiernos con medidas y reglas estrictas, enfrentarían mejor la pandemia: Fundación Rockefeller

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Photo by cottonbro from Pexels

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Un control gubernamental de arriba hacia abajo más estricto, con un mayor liderazgo e innovación limitada y creciente rechazo ciudadano, son algunas de las consecuencias que dejará para las próximas décadas la pandemia de coronavirus de este 2020, advirtió el informe “Escenarios para el futuro de la tecnología y el desarrollo internacional”, elaborado por la Fundación Rockefeller en el año 2010.

De acuerdo con el reporte, y en el escenario de un grave virus que afectaría a todo el mundo, el cual se propagaría a nivel mundial por la ausencia de protocolos de contención, que afectaría especialmente a los países que fueron más indulgentes con sus ciudadanos respecto a la cuarentena y la prohibición de realizar viajes, como Estados Unidos, Brasil y México, entre otros, las consecuencias se prolongarían durante 10 o 20 años.

De acuerdo con el reporte, “durante la pandemia, líderes nacionales en todo el mundo flexibilizaron su autoridad pero impusieron reglas y restricciones herméticas, desde el uso obligatorio de mascarillas faciales hasta controles de temperatura corporal en las entradas a espacios comunes como estaciones de tren y supermercados”.

Pero después de que la pandemia se desvaneció, “este control y supervisión más autoritarios de los ciudadanos y sus actividades se estancaron e incluso se intensificaron. Para protegerse de la propagación de problemas cada vez más globales, desde pandemias y terrorismo transnacional hasta crisis ambientales y aumento de la pobreza, los líderes de todo el mundo tomaron un control más firme sobre el poder”.

Aunque al principio, la noción de un mundo más controlado ganó la aprobación de los ciudadanos que “voluntariamente renunciaron a su soberanía, y su privacidad a cambio de una mayor seguridad y estabilidad. Los ciudadanos eran más tolerantes, e incluso ansiosos, por la dirección y la supervisión de arriba hacia abajo, y los líderes nacionales tenían más libertad para imponer el orden de la forma que creían conveniente”.

En los países desarrollados, señala el reporte, esta mayor supervisión tomó formas de identificaciones biométricas para todos los ciudadanos y una regulación más estricta de las industrias clave cuya estabilidad se consideró vital para los intereses nacionales. En muchos países desarrollados, la cooperación forzada con un conjunto de nuevas regulaciones y acuerdos restableció lenta pero constantemente el orden y, lo que es más importante, el crecimiento económico.

Pero en el mundo en desarrollo la historia fue diferente y variable.

“La autoridad de arriba hacia abajo tomó diferentes formas en diferentes países, dependiendo en gran medida de la capacidad, el calibre y las intenciones de sus líderes. En países con líderes fuertes y reflexivos, el estado económico general de los ciudadanos y la calidad de vida aumentaron”.

Pero un liderazgo más autoritario funcionó menos bien, y en algunos casos trágicamente, en países dirigidos por élites irresponsables que utilizaron su mayor poder para perseguir sus propios intereses a expensas de sus ciudadanos.

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