Los rostros de la eternidad en México. Ellos han desafiado el tiempo

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El caso más conocido actualmente es el de Eulalia Bravo con 112 años, originaria de Nopala de Villagrán, Hidalgo.

El caso más conocido actualmente es el de Eulalia Bravo con 112 años, originaria de Nopala de Villagrán, Hidalgo.

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  • El caso más conocido actualmente es el de Eulalia Bravo con 112 años, originaria de Nopala de Villagrán, Hidalgo.
  • Destaca Hilario Orozco Lemus, originario de Puruándiro, Michoacán quien murió en agosto de 2025 a los 111 años y 275 días

En distintas regiones de México, la vejez ha dejado de ser sólo una etapa vital para convertirse en una forma de trascendencia. Desde Hidalgo hasta Michoacán, y de Zacatecas a Jalisco, varias personas han sobrepasado los 110 años en el país, convirtiéndose en símbolos vivientes de resistencia biológica, fortaleza emocional y memoria histórica. La longevidad extrema —lo que la ciencia denomina “supercentenarios”— es un fenómeno que en México empieza a ser documentado con rigor, y que revela historias fascinantes detrás de las cifras.

El caso más conocido actualmente es el de Eulalia Bravo Bravo, nacida el 12 de febrero de 1913 en Nopala de Villagrán, Hidalgo. A sus 112 años, continúa con vida según los registros más recientes del Gerontology Research Group (GRG). Su existencia discreta y longeva representa uno de los pocos casos femeninos mexicanos con validación internacional. Su historia está asociada al trabajo constante, la sencillez en la dieta y la estabilidad familiar.

El caso más conocido actualmente es el de Eulalia Bravo con 112 años, originaria de Nopala de Villagrán, Hidalgo.
El caso más conocido actualmente es el de Eulalia Bravo con 112 años, originaria de Nopala de Villagrán, Hidalgo.

En Zacatecas, Susana Gutiérrez Godoy llegó a vivir 113 años y 225 días. Nacida el 24 de mayo de 1910 en Tepechitlán, falleció el 4 de enero de 2024. Fue reconocida por LongeviQuest como una de las mujeres más longevas documentadas del país. Su vida atravesó todo el siglo XX: la Revolución, el auge minero zacatecano y la modernización del campo. Se mantenía lúcida y autónoma hasta sus últimos años, lo que la convirtió en referente local de longevidad saludable.

Otra historia notable es la de Sofía Mendoza Valencia, originaria de Michoacán. Nacida el 27 de marzo de 1907, murió el 21 de agosto de 2021 a los 114 años. Su edad, aunque aún sujeta a validación plena, la coloca como una de las mexicanas más longevas registradas. Vivió en comunidades rurales, dedicada a la agricultura y a la crianza familiar, atributos frecuentes entre los supercentenarios mexicanos, donde el esfuerzo físico y la alimentación natural parecen ser constantes.

Desde Jalisco, Amalia López Celis dejó una huella documental firme. Nació el 18 de septiembre de 1900 y falleció el 16 de julio de 2014, con 113 años y 301 días. Su caso fue validado oficialmente por LongeviQuest, lo que la posiciona como una de las mujeres con verificación sólida. De acuerdo con testimonios de su familia, mantuvo una rutina de oración, descanso y alimentación ligera hasta el final de su vida.

En el caso masculino, destaca Hilario Orozco Lemus, originario de Puruándiro, Michoacán. Nació el 3 de noviembre de 1913 y falleció el 5 de agosto de 2025 a los 111 años y 275 días. Su registro, confirmado por el GRG, lo ubica como el hombre más longevo documentado del país. Vivió como agricultor y comerciante, y mantuvo actividad física moderada hasta poco antes de morir, lo que refuerza la correlación entre vida activa y longevidad masculina.

Otros casos notables provienen de estados como Veracruz, Oaxaca y Coahuila. En Veracruz, Catalina Zavalza Peña, nacida en 1911, falleció en 2022 a los 111 años, siendo recordada en su comunidad por una vida dedicada al tejido artesanal. En Oaxaca, Juana Santos Caballero, nacida en 1910, también superó los 111 años. Ambas forman parte del registro de supercentenarios nacionales recopilados por investigadores locales.

De Hidalgo surge otra figura relevante: María Concepción Bravo Chávez, quien llegó a los 112 años antes de fallecer el 26 de junio de 2025. Su caso, verificado, confirma la notable concentración de longevos en el centro del país. De Guanajuato procede Esperanza Mendoza Hermosillo, quien murió en 2022 a los 112 años y 255 días. En ambas historias, la estructura familiar sólida y la alimentación tradicional aparecen como patrones comunes.

Entre los reclamos más extraordinarios, aunque no plenamente verificados, figura Leandra Becerra Lumbreras, supuestamente nacida el 31 de agosto de 1887 en Tamaulipas. Falleció en 2015 con una edad reclamada de 127 años, lo que de ser cierto la convertiría en la persona más longeva del mundo. Sin embargo, la falta de documentación original ha llevado a los investigadores a estimar una edad real mucho menor, posiblemente entre 111 y 115 años.

En el sureste mexicano, Jesús Castillo Rangel, originario de Tabasco y conocido como “Don Chucho”, también desafió al tiempo. Alegaba haber nacido en 1896 y murió en 2017, afirmando tener 121 años. Aunque su longevidad no fue plenamente verificada por los organismos internacionales, su historia se documentó en medios nacionales y en archivos del Registro Civil, donde consta una edad cercana a los 115 años.

El registro de María Isabel León Ramírez, nacida en 1906 en Puebla, es otro de los casos validados. Murió en 2018 a los 112 años y 114 días. Su longevidad fue certificada por LongeviQuest, consolidando a Puebla como otro de los estados con presencia destacada de supercentenarios. Su vida rural, sin lujos y con fuerte apego religioso, coincide con los patrones detectados en otros longevos mexicanos.

Jalisco también dio origen a Mauro Ambriz Tapia, quien vivió 113 años y 148 días, falleciendo en 2011. Fue campesino toda su vida, con una dieta a base de maíz, frijol y vegetales frescos. De Zacatecas proviene otro caso poco difundido, el de Francisca Mangonez Martínez, nacida en 1910, quien superó los 111 años y vivió hasta 2022 según registros locales.

En total, México cuenta con al menos 20 casos documentados de supercentenarios, entre validados y en proceso de verificación. De ellos, 18 corresponden a mujeres y sólo 2 a hombres, lo que coincide con la tendencia internacional de mayor longevidad femenina. Los estados con mayor número de registros son Hidalgo, Michoacán, Zacatecas, Jalisco y Veracruz.

La concentración geográfica parece correlacionarse con zonas rurales donde persisten hábitos de vida tradicionales: caminatas diarias, trabajo físico moderado, consumo bajo de carne roja y fuerte presencia de redes familiares. En contraste, las zonas urbanas muestran menos casos verificados, aunque se cree que la mejora en atención médica podría aumentar la supervivencia extrema en las próximas décadas.

La validación de edades extremas es un reto técnico y documental. Los nacimientos de finales del siglo XIX o principios del XX no siempre contaron con actas registradas, lo que complica la confirmación de edades superiores a los 115 años. Por ello, organismos como el GRG y LongeviQuest aplican procesos rigurosos basados en documentos civiles, censos y testimonios familiares.

Actualmente, el caso más sólido en vida sigue siendo el de Eulalia Bravo Bravo, con residencia en Hidalgo, quien representa el símbolo más consistente de longevidad mexicana contemporánea. Su edad está verificada, su estado de salud es estable y su existencia conecta tres siglos distintos. Su vida demuestra que la longevidad, más que una casualidad, puede ser una consecuencia de hábitos sencillos y constancia emocional.

El fenómeno de los supercentenarios mexicanos aún no ha sido estudiado a fondo, pero los registros recientes sugieren que el país podría tener una reserva oculta de longevos no documentados, especialmente en comunidades rurales del centro y sur. En la medida en que los registros civiles se digitalicen, será posible conocer con precisión cuántos mexicanos han cruzado la frontera de los 110 años.

Más allá de las cifras, estas vidas narran la historia del México profundo: mujeres que sobrevivieron guerras, crisis económicas, pandemias y cambios sociales radicales. Ellas —y pocos ellos— son testimonio vivo de una nación que envejece, pero también de un espíritu que se niega a ceder ante el tiempo.

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